¿Han oído hablar del Mito de la Caverna de Platón?
Si están familiarizados con él, podrán entender el contexto.
En su obra «La República», Platón presenta un diálogo imaginario entre su maestro Sócrates y su hermano Glaucón, en el cual se exploran los orígenes del conocimiento.
Sócrates le pide a Glaucón que imagine prisioneros encadenados dentro de una caverna, ocultos detrás de un muro. Estos prisioneros nunca han abandonado su prisión subterránea, y su única percepción del mundo exterior proviene de las sombras proyectadas por objetos iluminados por un fuego situado detrás de ellos, tal como se muestra en la imagen.
Los prisioneros creen que esas sombras representan la realidad y el mundo auténtico, ya que es lo único que han conocido en toda su vida.
Sin embargo, cuando uno de los prisioneros logra liberarse, escapa de la cueva y se aventura fuera. Al principio, experimenta miedo y se siente abrumado por la intensa luz del sol, que nunca antes había contemplado. No obstante, con determinación, decide avanzar, lo que Sócrates considera el primer paso hacia la adquisición de conocimiento genuino.
A medida que explora el mundo exterior, descubre que había hombres semejantes a él, que manipulaban figurillas para crear las sombras que los prisioneros dentro de la caverna tomaban como su única realidad. Esta revelación lo lleva a comprender que «su» verdad no es «la» verdad, sino simplemente una sombra que ciertos individuos interesados intentaban ocultar.
En lugar de reservar este conocimiento para sí mismo, el liberado decide regresar a la caverna y compartir sus descubrimientos con los otros esclavos. Él cree que, como ser humano, tiene la responsabilidad de ayudar a sus compañeros a alcanzar un conocimiento más auténtico.

¿Se comprende?
Ahora llegamos a la segunda parte, la más crucial y la que nos afecta directamente:
Cuando el individuo que ha adquirido conocimiento de la realidad regresa a la caverna para compartir su sabiduría, inicialmente su visión se ve afectada, ya que se ha aclimatado a una realidad diferente y la penumbra daña sus ojos.
Los prisioneros encadenados, al verlo regresar, consideran que está delirando, ya que habla de cosas que ellos nunca han experimentado. No tienen interés en escucharlo, y mucho menos en unirse a él fuera de la caverna.
Al final, los prisioneros no desean abandonar la seguridad de su prisión y llegarían incluso a recurrir a la violencia contra cualquiera que intentara romper sus cadenas. Las sombras son su mundo y su única realidad; es su zona de confort, y no permitirán que nadie los saque de allí. Aquel que lo intente se enfrentará a la muerte.
Es por ello que muchos rechazan conocer la realidad: les saca de su zona de confort. Con sus cadenas y enclaustrados en la cueva, muchas personas encuentran satisfacción en la ignorancia, pues es su única percepción del mundo.
La pregunta que te planteo es: ¿Te atreves a salir de la cueva y conocer la realidad? La decisión está en tus manos. Nunca es tarde.
Recuerda: La elección es tuya y de nadie más.